ANÁLISIS DE CONTENIDO
Desde los años 80 las investigaciones
demuestran que existe una relación entre el trabajo docente y diversos
trastornos de salud tanto a nivel
biológico, como psicológico. Entre las enfermedades más frecuentes que
encontramos en esta profesión, destacamos al estrés y efecto “burnout”
El estrés, la ansiedad y la depresión
ocupan los primeros puestos en la lista enfermedades que causan baja laboral
entre los docentes.
La profesora Coral Oliver, psicóloga
del Centro de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, opina:
"Cierta dosis de estrés no es mala; incluso puede ser un factor
estimulante de la actividad profesional". De este modo, el estrés, en
cantidades y condiciones adecuadas, puede considerarse como algo necesario para
tener una vida satisfactoria. Ahora bien, un exceso de estrés, puede ser
perjudicial o, incluso, biológicamente nefasto para la salud.
En el ámbito de los docentes, se habla
mucho del estrés y del efecto “burnout” (también llamado «síndrome de estar
quemado “síndrome de la quemazón”, “síndrome
del estrés laboral asistencial”, “síndrome
del desgaste profesional”), usándose indistintamente estos términos y, a veces,
incluso confundiéndolos. El concepto de
“Burnout” fue acuñado por Freudenberger en 1974 y se utiliza para referirse al
desgaste profesional que sufren los trabajadores de los servicios humanos,
debido a unas condiciones de trabajo que tienen fuertes demandas sociales.
El estrés, puede surgir cuando un
individuo está sometido a fuertes demandas conductuales que le resultan difícil
llevar a cabo. La respuesta del organismo al estrés se produce de manera
inmediata, el organismo se activa y vuelve a equilibrarse una vez superada la
situación, pero se va desgastando si se repite con excesiva frecuencia. Sin
embargo, el efecto “burnout” se origina cuando los profesionales sobrepasan su
capacidad de reacción de una forma adaptativa. Su consecuencia inmediata se
presenta en síntomas de agotamiento, fatiga, desgaste psicológico, con severas
pérdidas de energía que causan un descenso de cantidad y calidad de
rendimiento, en definitiva, una sensación de no poder transmitir más de sí
mismo a los demás, que deriva en frustración, fracaso y actitudes negativas no
sólo ante el trabajo sino también ante la vida y hacia otras personas.
Después de la gripe el segundo proceso
más numeroso ha sido la depresión. En su opinión, "los docentes,
generalmente, no saben desconectar y evadirse de los conflictos laborales en su
vida de ocio y en su relación con amigos y familiares".
Síntomas, causas y consecuencias.
El profesional de la enseñanza percibe
y padece esta situación a través de los propios síntomas de estrés, que la
mayoría de las veces sí son semejantes a los de “burnout”, que terminan en
enfermedades laborales, enfermedad que puede venir acompañada de fuerte
irritabilidad, insomnio, vómitos, inestabilidad emocional, arritmias cardiacas,
tensión nerviosa, preocupaciones excesivas, falta de energías, etc.
Son varias las causas que originan el
estrés entre los docentes y, de paso, abren el camino sin retorno hacia el
efecto “burnout”. Los doctores Maslach y J. Jackson destacan:
- La falta y premura de tiempo para
terminar el trabajo relacionado con las clases (preparación de las mismas,
corrección de exámenes, programación de actividades, etc.),
- La falta de disciplina por parte de
los alumnos, con reiteradas faltas de respeto hacia los profesores.
- La mala organización que padecen
algunas escuelas.
- La excesiva burocracia a la que se
ven sometidos los docentes por parte de la Administración.
- Las respuestas y soluciones
ineficaces dadas en el entorno educativo.
- El excesivo número de horas que
soportan algunos profesionales a lo largo de la jornada escolar.
- La falta de apoyo.
- La baja consideración social que
actualmente tiene la profesión de la enseñanza.
- Consecuencias psicosomáticas:
fatiga, dolores de cabeza, trastornos del sueño, trastornos gastrointestinales,
hipertensión, dolores musculares y desórdenes menstruales.
-El distanciamiento afectivo, la
impaciencia y la irritabilidad, los recelos de llegar a convertirse en una
persona poco estimada y que pueden degenerar en desconfianza y actitudes
defensivas.
- Consecuencias conductuales:
absentismo laboral, aumento de la conducta violenta y de los comportamientos de
alto riesgo (juegos de azar peligrosos, conductas suicidas, abuso de fármacos y
alcohol), conflictos familiares y matrimoniales.
- La actitud defensiva se manifiesta
en la incapacidad de estos individuos para aceptar sus sentimientos. La
negación de sus emociones es un mecanismo con el que el sujeto trata de
defenderse contra una realidad que le es desagradable.
En general, de acuerdo con Maslach se
acepta que las dimensiones que contribuyen a delimitar dicho síndrome son:
- El cansancio emocional: Se caracteriza por la pérdida progresiva de
energía, el desgaste, el agotamiento, la fatiga, etc.
- La despersonalización: Se deriva del
"tedioso e insistente contacto diario con la fuente del conflicto, unido
al esfuerzo desarrollado para vencerlo, sin recibir recompensa alguna. Todo
esto desarrolla un sentimiento de distanciamiento o despersonalización con
respecto a los alumnos por el que poco les importa ya que aprendan o no, que
estén interesados o no".
Se manifiesta por irritabilidad,
actitudes negativas y respuestas frías e impersonales hacia las personas, en
este caso, hacia compañeros, alumnado…
- La falta de realización personal:
con respuestas negativas hacia sí mismo y el trabajo. En el ambiente laboral,
cuando la Administración, el equipo directivo, la Inspección, etc. no favorecen
el necesario ajuste entre los docentes y los objetivos a conseguir, aparecen
aspectos tales como falta de energías, descenso en el interés por los alumnos,
percepción de éstos como frustrantes y desmotivados, alto absentismo y deseo de
abandonar la profesión. Como consecuencia de este proceso se produce un
descenso de la calidad de la enseñanza, que no es más que la expresión de una
pérdida de ilusiones. Este panorama difícilmente puede remitir por sí sólo si
no se introducen cambios en el contexto laboral.
Prevención frente a estas situaciones.
Para combatir el estrés y el
“burnout”, los profesores deben vencer su propia emoción negativa relacionada
con la impotencia de la solución deseada, es decir, vencer su propio desánimo y
desesperanza.
Algunos especialistas en esta materia
sostienen, como medidas efectivas para vencer el estrés, controlar y conocer
las emociones y los sentimientos propios, así como desarrollar una actitud de
preocupación despegada, como la dedicación sin absorción total.
Otras medidas que señalan son:
- Realzar y fortalecer la
consideración social de los compañeros y colegas de profesión para no sentirse
aislado, así como la valoración positiva de los superiores, tales como
supervisores, directores, etc.
- Realizar ejercicio físico adecuado y
posible ya que, un cuerpo saludable resiste mejor el estrés.
Sería conveniente trabajar:
- Desde la Prevención, estableciendo
un plan preventivo y eficaz, realizando reconocimientos médicos periódicos,
bien por detección sintomática de cualquier anomalía, o bien, cuando los
solicite el personal docente.
- Considerando enfermedades profesionales
el estrés y el “burnout”, estableciendo para su curación tratamientos adecuados
por médicos especialistas.
Considerando el estrés y el “burnout”
como enfermedades profesionales, la Administración educativa debería regular
los puestos de trabajo no docentes para que puedan ser ocupados por estos
profesionales cuando así lo recomiende la inspección médica y sería conveniente
la regulación de un procedimiento por vía urgente de jubilación por
incapacidad, no sólo debido a estas enfermedades sino por otra causa cualquiera
(Alemany, 2009) .
Algunos
factores de riesgo psicosocial que causan problemas de salud de naturaleza
biológica y las demandas psicológicas, que no se refieren al trabajo
intelectual, sino al volumen de trabajo, la presión de tiempo y las
interrupciones que obligan al trabajador a dejar momentáneamente las tareas que
está realizando y volver a ellas después.
Así
también por control entendemos la posibilidad que tiene el trabajador de
desarrollar sus habilidades, es decir, el trabajo variado, creativo, que
requiere el aprendizaje constante y la autonomía o margen de libertad para
realizar el trabajo. Los trabajos más saludables son los de baja tensión, con
bajas demandas y alto control.
Se
discute sobre las diferencias personales en el desarrollo de los trastornos de
salud asociados al estrés laboral y a que cada uno de los profesores tiene
características personales que lo identifican y lo definen de manera individual
y que actúan y responden de diferente manera de acuerdo al entorno sin
modificar su ambiente de trabajo, lo que uno percibe como un reto, otro lo
considera una amenaza y un tercero una situación normal y esto ocasiona un
mayor riesgo para la salud y el bienestar.
El
trabajo no sólo implica esfuerzo físico y mental sino también exhibir, y a
menudo sentir, determinadas emociones, es decir esfuerzo emocional. El trabajo
emocional es el manejo de los propios sentimientos para crear una determinada imagen
observable. Si no se está bien no se
puede realizar bien el trabajo. Si los problemas personales agobian, es difícil
que se trabaje bien.
¿Riesgo
psicosocial específico de los docentes?
Trabajar
como docente tiene aspectos específicos sobre todo relacionados con la relación
con el alumnado o con sus padres, lo que supone una exigencia emocional con
potencial efecto sobre el estado de salud. En cualquier caso, también los docentes
están expuestos a los riesgos generales: más o menos trabajo, mejor o peor
organizado, con diferentes grados de autonomía, con compañeros y una dirección
con quien relacionarse, con más o menos inestabilidad laboral o cambios no
deseados. La evaluación de riesgos que debe realizarse como primer paso de la
actividad preventiva debería basarse en estos marcos generales que han mostrado
relación con el estado de salud, adaptarlos a la realidad de los docentes y
añadir algunas dimensiones específicas como las exigencias derivadas del trato
con alumnos desmotivados, indisciplinados o grupos de gran diversidad. Sería
bueno también incluir en la evaluación, no sólo la exposición a los riesgos,
sino la existencia de trastornos de salud relacionados a corto plazo con ellos,
concretamente trastornos de salud mental de naturaleza ansioso-depresiva.
El burnout,
se aplica sólo a ocupaciones que implican el cuidado de otros, como las
relacionadas con la docencia o con la sanidad, y se define con tres dimensiones:
agotamiento emocional, despersonalización y reducción de la autorrealización
personal.
La depresión del docente hace que no se puede
implicar con el alumno y la calidad de la enseñanza disminuye.
En
el libro Estrés laboral y Burnout en Profesores de Enseñanza Secundaria se profundiza en la naturaleza y el alcance
del estrés y del burnout en uno de los colectivos que mayor debate social está
generando en la actualidad: los profesores de secundaria. Existe un amplio
consenso entre los miembros de la comunidad científica interesados en el
malestar laboral en que el oficio de enseñar en esta etapa educativa se ha
visto envuelto en sucesivos y recurrentes cambios que han motivado que el
docente haya tenido que enfrentarse con nuevas actitudes, conductas, creencias
y expectativas hacia su labor. Algunos de los profesores entrevistados en esta
investigación señalan que, en ocasiones, su tarea está salpicada de sinsabores,
las ilusiones tempranas dan paso al desencanto, la vocación se ve mutilada por
el choque con la realidad de las aulas, y el optimismo muda en pesimismo. En
sus diarios y cartas también emergen otros porqués del malestar laboral: los
alumnos ocupan mucho "espacio psicológico" (el rebelde de la cuarta
fila, el apático y ausente de la segunda, el que siempre está riendo, el
tímido, el que sabe la respuesta pero nunca levanta la mano…), los padres son
percibidos como más exigentes, los colegas más distantes, los alumnos más
conflictivos; además, aumenta la sensación de sentirse "chivos
expiatorios" de los males del sistema educativo. En esta obra las
narrativas se han conjugado, en particular simbiosis, con los resultados de una
investigación cuantitativa -realizada con más de tres mil profesores- con el
propósito de identificarlas "claves" desde las que incidir
eficazmente en esta problemática En definitiva, el texto pretende ser no sólo
útil para los distintos sectores responsables de la tarea educativa (docentes,
psicólogos, pedagogos, padres, políticos…), sino también una herramienta que
contribuya al diseño de programas preventivos y/o de intervención que, en la
medida de lo posible, aleje al malestar docente de las aulas. JOSÉ MANUEL
OTERO-LÓPEZ, Doctor en Psicología y Diplomado en Criminología, es Profesor
Titular del Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la
Universidad de Santiago de Compostela. Cuenta, además, con el Título de
Especialista en Psicología Clínica otorgado por el Ministerio de Educación y
Ciencia. Ha publicado numerosos libros y artículos en revistas nacionales e
internacionales. (Otero López, 2012)
En el Libro Estrés Laboral y Burnout en docentes de
Educación Superior en México nos muestra que desde un enfoque inter y
multidisciplinario los Profesores-Investigadores de la Red Nacional de
Investigación en Salud Ocupacional, presentan sus
resultados sobre el Estrés laboral y el síndrome burnout en docentes de
educación superior en México.
En
el texto se demuestra que estas problemáticas psicosociales están asociadas a
los conflictos laborales e intensas y constantes exigencias físicas, psicológicas
y mentales del trabajo académico en la universidad, pues, la educación superior
vive hoy situaciones difíciles, recibe presiones demográficas, presupuestales,
políticas, culturales y, sobretodo, exigencias para lograr una “modernización
de calidad” que las obliga a operar a ritmo y
situaciones burocráticas exacerbadas que frecuentemente son engañosas y que
hacen complejo su quehacer educativo y formativo. (Guadalupe, 2013)
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