sábado, 7 de septiembre de 2013

ANALISIS DE CONTENIDO


ANÁLISIS DE CONTENIDO

Desde los años 80 las investigaciones demuestran que existe una relación entre el trabajo docente y diversos trastornos de salud  tanto a nivel biológico, como psicológico. Entre las enfermedades más frecuentes que encontramos en esta profesión, destacamos al estrés y efecto “burnout”

El estrés, la ansiedad y la depresión ocupan los primeros puestos en la lista enfermedades que causan baja laboral entre los docentes.

La profesora Coral Oliver, psicóloga del Centro de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, opina: "Cierta dosis de estrés no es mala; incluso puede ser un factor estimulante de la actividad profesional". De este modo, el estrés, en cantidades y condiciones adecuadas, puede considerarse como algo necesario para tener una vida satisfactoria. Ahora bien, un exceso de estrés, puede ser perjudicial o, incluso, biológicamente nefasto para la salud.

En el ámbito de los docentes, se habla mucho del estrés y del efecto “burnout” (también llamado «síndrome de estar quemado “síndrome de la quemazón”,  “síndrome del estrés laboral asistencial”,  “síndrome del desgaste profesional”), usándose indistintamente estos términos y, a veces, incluso confundiéndolos.  El concepto de “Burnout” fue acuñado por Freudenberger en 1974 y se utiliza para referirse al desgaste profesional que sufren los trabajadores de los servicios humanos, debido a unas condiciones de trabajo que tienen fuertes demandas sociales.

El estrés, puede surgir cuando un individuo está sometido a fuertes demandas conductuales que le resultan difícil llevar a cabo. La respuesta del organismo al estrés se produce de manera inmediata, el organismo se activa y vuelve a equilibrarse una vez superada la situación, pero se va desgastando si se repite con excesiva frecuencia. Sin embargo, el efecto “burnout” se origina cuando los profesionales sobrepasan su capacidad de reacción de una forma adaptativa. Su consecuencia inmediata se presenta en síntomas de agotamiento, fatiga, desgaste psicológico, con severas pérdidas de energía que causan un descenso de cantidad y calidad de rendimiento, en definitiva, una sensación de no poder transmitir más de sí mismo a los demás, que deriva en frustración, fracaso y actitudes negativas no sólo ante el trabajo sino también ante la vida y hacia otras personas.

Después de la gripe el segundo proceso más numeroso ha sido la depresión. En su opinión, "los docentes, generalmente, no saben desconectar y evadirse de los conflictos laborales en su vida de ocio y en su relación con amigos y familiares".

Síntomas, causas y consecuencias.

El profesional de la enseñanza percibe y padece esta situación a través de los propios síntomas de estrés, que la mayoría de las veces sí son semejantes a los de “burnout”, que terminan en enfermedades laborales, enfermedad que puede venir acompañada de fuerte irritabilidad, insomnio, vómitos, inestabilidad emocional, arritmias cardiacas, tensión nerviosa, preocupaciones excesivas, falta de energías, etc.

Son varias las causas que originan el estrés entre los docentes y, de paso, abren el camino sin retorno hacia el efecto “burnout”. Los doctores Maslach y J. Jackson destacan:

- La falta y premura de tiempo para terminar el trabajo relacionado con las clases (preparación de las mismas, corrección de exámenes, programación de actividades, etc.),

- La falta de disciplina por parte de los alumnos, con reiteradas faltas de respeto hacia los profesores.

- La mala organización que padecen algunas escuelas.

- La excesiva burocracia a la que se ven sometidos los docentes por parte de la Administración.

- Las respuestas y soluciones ineficaces dadas en el entorno educativo.

- El excesivo número de horas que soportan algunos profesionales a lo largo de la jornada escolar.

- La falta de apoyo.

- La baja consideración social que actualmente tiene la profesión de la enseñanza.

- Consecuencias psicosomáticas: fatiga, dolores de cabeza, trastornos del sueño, trastornos gastrointestinales, hipertensión, dolores musculares y desórdenes menstruales.

-El distanciamiento afectivo, la impaciencia y la irritabilidad, los recelos de llegar a convertirse en una persona poco estimada y que pueden degenerar en desconfianza y actitudes defensivas.

- Consecuencias conductuales: absentismo laboral, aumento de la conducta violenta y de los comportamientos de alto riesgo (juegos de azar peligrosos, conductas suicidas, abuso de fármacos y alcohol), conflictos familiares y matrimoniales.

- La actitud defensiva se manifiesta en la incapacidad de estos individuos para aceptar sus sentimientos. La negación de sus emociones es un mecanismo con el que el sujeto trata de defenderse contra una realidad que le es desagradable.

En general, de acuerdo con Maslach se acepta que las dimensiones que contribuyen a delimitar dicho síndrome son:

- El cansancio emocional:  Se caracteriza por la pérdida progresiva de energía, el desgaste, el agotamiento, la fatiga, etc.

- La despersonalización: Se deriva del "tedioso e insistente contacto diario con la fuente del conflicto, unido al esfuerzo desarrollado para vencerlo, sin recibir recompensa alguna. Todo esto desarrolla un sentimiento de distanciamiento o despersonalización con respecto a los alumnos por el que poco les importa ya que aprendan o no, que estén interesados o no".

Se manifiesta por irritabilidad, actitudes negativas y respuestas frías e impersonales hacia las personas, en este caso, hacia compañeros, alumnado…

- La falta de realización personal: con respuestas negativas hacia sí mismo y el trabajo. En el ambiente laboral, cuando la Administración, el equipo directivo, la Inspección, etc. no favorecen el necesario ajuste entre los docentes y los objetivos a conseguir, aparecen aspectos tales como falta de energías, descenso en el interés por los alumnos, percepción de éstos como frustrantes y desmotivados, alto absentismo y deseo de abandonar la profesión. Como consecuencia de este proceso se produce un descenso de la calidad de la enseñanza, que no es más que la expresión de una pérdida de ilusiones. Este panorama difícilmente puede remitir por sí sólo si no se introducen cambios en el contexto laboral.

Prevención frente a estas situaciones.

Para combatir el estrés y el “burnout”, los profesores deben vencer su propia emoción negativa relacionada con la impotencia de la solución deseada, es decir, vencer su propio desánimo y desesperanza.

Algunos especialistas en esta materia sostienen, como medidas efectivas para vencer el estrés, controlar y conocer las emociones y los sentimientos propios, así como desarrollar una actitud de preocupación despegada, como la dedicación sin absorción total.

Otras medidas que señalan son:

- Realzar y fortalecer la consideración social de los compañeros y colegas de profesión para no sentirse aislado, así como la valoración positiva de los superiores, tales como supervisores, directores, etc.

- Realizar ejercicio físico adecuado y posible ya que, un cuerpo saludable resiste mejor el estrés.

Sería conveniente trabajar:

- Desde la Prevención, estableciendo un plan preventivo y eficaz, realizando reconocimientos médicos periódicos, bien por detección sintomática de cualquier anomalía, o bien, cuando los solicite el personal docente.

- Considerando enfermedades profesionales el estrés y el “burnout”, estableciendo para su curación tratamientos adecuados por médicos especialistas.

Considerando el estrés y el “burnout” como enfermedades profesionales, la Administración educativa debería regular los puestos de trabajo no docentes para que puedan ser ocupados por estos profesionales cuando así lo recomiende la inspección médica y sería conveniente la regulación de un procedimiento por vía urgente de jubilación por incapacidad, no sólo debido a estas enfermedades sino por otra causa cualquiera (Alemany, 2009).

Algunos factores de riesgo psicosocial que causan problemas de salud de naturaleza biológica y las demandas psicológicas, que no se refieren al trabajo intelectual, sino al volumen de trabajo, la presión de tiempo y las interrupciones que obligan al trabajador a dejar momentáneamente las tareas que está realizando y volver a ellas después.

Así también por control entendemos la posibilidad que tiene el trabajador de desarrollar sus habilidades, es decir, el trabajo variado, creativo, que requiere el aprendizaje constante y la autonomía o margen de libertad para realizar el trabajo. Los trabajos más saludables son los de baja tensión, con bajas demandas y alto control.

Se discute sobre las diferencias personales en el desarrollo de los trastornos de salud asociados al estrés laboral y a que cada uno de los profesores tiene características personales que lo identifican y lo definen de manera individual y que actúan y responden de diferente manera de acuerdo al entorno sin modificar su ambiente de trabajo, lo que uno percibe como un reto, otro lo considera una amenaza y un tercero una situación normal y esto ocasiona un mayor riesgo para la salud y el bienestar.

El trabajo no sólo implica esfuerzo físico y mental sino también exhibir, y a menudo sentir, determinadas emociones, es decir esfuerzo emocional. El trabajo emocional es el manejo de los propios sentimientos para crear una determinada imagen observable. Si no se está bien no se puede realizar bien el trabajo. Si los problemas personales agobian, es difícil que se trabaje bien.

¿Riesgo psicosocial específico de los docentes?

Trabajar como docente tiene aspectos específicos sobre todo relacionados con la relación con el alumnado o con sus padres, lo que supone una exigencia emocional con potencial efecto sobre el estado de salud. En cualquier caso, también los docentes están expuestos a los riesgos generales: más o menos trabajo, mejor o peor organizado, con diferentes grados de autonomía, con compañeros y una dirección con quien relacionarse, con más o menos inestabilidad laboral o cambios no deseados. La evaluación de riesgos que debe realizarse como primer paso de la actividad preventiva debería basarse en estos marcos generales que han mostrado relación con el estado de salud, adaptarlos a la realidad de los docentes y añadir algunas dimensiones específicas como las exigencias derivadas del trato con alumnos desmotivados, indisciplinados o grupos de gran diversidad. Sería bueno también incluir en la evaluación, no sólo la exposición a los riesgos, sino la existencia de trastornos de salud relacionados a corto plazo con ellos, concretamente trastornos de salud mental de naturaleza ansioso-depresiva.

El burnout, se aplica sólo a ocupaciones que implican el cuidado de otros, como las relacionadas con la docencia o con la sanidad, y se define con tres dimensiones: agotamiento emocional, despersonalización y reducción de la autorrealización personal.

La  depresión del docente hace que no se puede implicar con el alumno y la calidad de la enseñanza disminuye.

En el libro Estrés laboral y Burnout en Profesores de Enseñanza Secundaria  se profundiza en la naturaleza y el alcance del estrés y del burnout en uno de los colectivos que mayor debate social está generando en la actualidad: los profesores de secundaria. Existe un amplio consenso entre los miembros de la comunidad científica interesados en el malestar laboral en que el oficio de enseñar en esta etapa educativa se ha visto envuelto en sucesivos y recurrentes cambios que han motivado que el docente haya tenido que enfrentarse con nuevas actitudes, conductas, creencias y expectativas hacia su labor. Algunos de los profesores entrevistados en esta investigación señalan que, en ocasiones, su tarea está salpicada de sinsabores, las ilusiones tempranas dan paso al desencanto, la vocación se ve mutilada por el choque con la realidad de las aulas, y el optimismo muda en pesimismo. En sus diarios y cartas también emergen otros porqués del malestar laboral: los alumnos ocupan mucho "espacio psicológico" (el rebelde de la cuarta fila, el apático y ausente de la segunda, el que siempre está riendo, el tímido, el que sabe la respuesta pero nunca levanta la mano…), los padres son percibidos como más exigentes, los colegas más distantes, los alumnos más conflictivos; además, aumenta la sensación de sentirse "chivos expiatorios" de los males del sistema educativo. En esta obra las narrativas se han conjugado, en particular simbiosis, con los resultados de una investigación cuantitativa -realizada con más de tres mil profesores- con el propósito de identificarlas "claves" desde las que incidir eficazmente en esta problemática En definitiva, el texto pretende ser no sólo útil para los distintos sectores responsables de la tarea educativa (docentes, psicólogos, pedagogos, padres, políticos…), sino también una herramienta que contribuya al diseño de programas preventivos y/o de intervención que, en la medida de lo posible, aleje al malestar docente de las aulas. JOSÉ MANUEL OTERO-LÓPEZ, Doctor en Psicología y Diplomado en Criminología, es Profesor Titular del Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Universidad de Santiago de Compostela. Cuenta, además, con el Título de Especialista en Psicología Clínica otorgado por el Ministerio de Educación y Ciencia. Ha publicado numerosos libros y artículos en revistas nacionales e internacionales. (Otero López, 2012)

En el Libro Estrés Laboral y Burnout en docentes de Educación Superior en México nos muestra que desde un enfoque inter y multidisciplinario los Profesores-Investigadores de la Red Nacional de Investigación en Salud Ocupacional, presentan sus resultados sobre el Estrés laboral y el síndrome burnout en docentes de educación superior en México.


En el texto se demuestra que estas problemáticas psicosociales están asociadas a los conflictos laborales e intensas y constantes exigencias físicas, psicológicas y mentales del trabajo académico en la universidad, pues, la educación superior vive hoy situaciones difíciles, recibe presiones demográficas, presupuestales, políticas, culturales y, sobretodo, exigencias para lograr una “modernización de calidad” que las obliga a operar a ritmo y situaciones burocráticas exacerbadas que frecuentemente son engañosas y que hacen complejo su quehacer educativo y formativo. (Guadalupe, 2013)

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